En noviembre de 1977, Nueva York presenció el estreno de The Last Waltz, el documental dirigido por Martin Scorsese que capturó el último concierto de The Band, una banda cuyo recorrido y estilo redefinieron la música rock de los años 60 y 70. Pero la verdadera historia detrás de The Last Waltz va mucho más allá de una simple grabación de un espectáculo en vivo. Este filme no solo documentó la última actuación de una de las bandas más influyentes de su época, sino que también plasmó la lucha, el agotamiento y las decisiones que llevaron al grupo a despedirse de los escenarios.
La decisión de The Band de realizar un concierto de despedida surgió en medio de conflictos personales y desacuerdos sobre el futuro de la banda. Robbie Robertson, el guitarrista y principal compositor, temía el efecto que la vida de gira estaba teniendo sobre él y sus compañeros. En un momento en el que el rock estaba dominado por el exceso, Robertson insistió en que el grupo se despidiera a lo grande, reuniendo a una impresionante lista de músicos que habían influido en su trayectoria: Neil Young, Joni Mitchell, Bob Dylan, Eric Clapton, Muddy Waters y Van Morrison, entre otros, que se unieron a ellos en el escenario del Winterland Ballroom de San Francisco en la noche de Acción de Gracias de 1976.
El evento, organizado por el legendario promotor Bill Graham, no fue solo un concierto. Se planeó una cena formal de Acción de Gracias para los 5,000 asistentes, quienes disfrutaron de un banquete de pavo y, después, de poesía y danza al ritmo de valses interpretados por la Orquesta Berkeley Promenade. En el escenario, luces y decorados de la ópera La Traviata de Verdi fueron reutilizados para dar al evento un aire casi de fantasía, logrando una atmósfera única e irrepetible.
Martin Scorsese, quien en ese momento ya era un cineasta prometedor, aceptó el reto de grabar el evento. Para capturar cada detalle de la presentación, se usaron seis cámaras de 35 mm, una hazaña técnica en aquel entonces, que requería sincronización absoluta y personal adicional, incluyendo al renombrado cineasta Vilmos Zsigmond. A través de una compleja planificación, Scorsese diseñó ángulos de cámara específicos para cada canción, logrando transformar un concierto en una obra de arte cinematográfica que fusionaba documental y espectáculo. Su icónica advertencia al inicio de la película, This Film Should Be Played Loud, simboliza la intensidad y pasión que caracterizó la producción.
Entre los momentos más destacados está la interpretación de «The Weight», que fue grabada en un set de estudio con los Staple Singers. Esa versión se ha convertido en uno de los instantes más memorables y emotivos de The Last Waltz, capturando a The Band en su máxima expresión artística y espiritual.
En retrospectiva, The Last Waltz no solo es un testamento del fin de una banda, sino también del cierre de una era musical. Esta película fue inscrita en el Registro Nacional de Cine de Estados Unidos en 2019, reconociéndose como una de las obras más influyentes en la historia de los documentales de música, así como una cápsula del tiempo que encapsula la energía, los excesos y las pasiones de una generación de músicos legendarios.