Val Kilmer es un actor conocido por su versatilidad y dedicación, pero pocos papeles lo marcaron tanto como el de Jim Morrison en la película «The Doors» (1991), dirigida por Oliver Stone. La interpretación de Morrison, el icónico y enigmático líder de la banda The Doors, no solo exigió una intensa preparación física y emocional, sino que también dejó cicatrices en la psique del actor, llevándolo a necesitar terapia para desprenderse de un personaje que parecía haber tomado el control de su vida.

La preparación de un año para encarnar a un mito del rock

La vida de Jim Morrison es un ejemplo arquetípico de la leyenda del rock: una mezcla de talento, poesía, caos, y autodestrucción. Morrison, conocido por su voz profunda, letras poéticas y estilo de vida hedonista, se convirtió en un símbolo de la contracultura de los años 60. Llevar su vida a la pantalla grande no fue una tarea fácil, y para Kilmer, la inmersión en el personaje fue total.

Un año antes de que comenzara el rodaje, Kilmer se embarcó en un intenso proceso de preparación. Se aprendió de memoria 50 canciones de The Doors, a menudo cantándolas una y otra vez hasta perfeccionar cada inflexión, cada pausa, cada susurro característico de Morrison. Su dedicación fue tal que incluso los miembros supervivientes de The Doors, como el guitarrista Robby Krieger y el tecladista Ray Manzarek, quedaron impresionados por su capacidad para replicar la voz y la energía del cantante fallecido.

Kilmer también se vistió como Morrison, estudió meticulosamente su manera de hablar, caminar y actuar en el escenario, capturando los gestos y manerismos que definían al enigmático cantante. Su obsesión fue tan profunda que, durante el rodaje, el equipo comenzó a referirse a él simplemente como ‘Jim’, olvidando casi por completo que estaban interactuando con un actor, no con el verdadero Morrison.

La oscuridad de Morrison y su impacto en Kilmer

Oliver Stone, conocido por su enfoque visceral y realista en la dirección, no escatimó en mostrar las partes más oscuras de Morrison: su lucha con el alcohol, su comportamiento errático, y su trágica espiral hacia la autodestrucción que culminó con su muerte a los 27 años en París. La intensidad del papel y la inmersión total de Kilmer en el personaje comenzaron a pasar factura.

El actor confesó más tarde que después de que terminó el rodaje, tuvo que someterse a terapia para poder desprenderse de la influencia de Morrison. La línea entre actor y personaje se había vuelto peligrosamente borrosa, y Kilmer tuvo que luchar para encontrar su propio equilibrio nuevamente.

El legado de una interpretación inolvidable

La película «The Doors» se estrenó en 1991 y fue recibida con reacciones mixtas, pero la interpretación de Kilmer fue universalmente elogiada. Los fanáticos de la banda quedaron impresionados por la autenticidad con la que Kilmer encarnó a Morrison, mientras que la crítica reconoció su habilidad para canalizar tanto el carisma como el tormento interno del cantante.

A través de este papel, Val Kilmer no solo rindió homenaje a un ícono del rock, sino que también dejó una marca indeleble en su carrera y en su vida personal. La historia de su preparación y las consecuencias de su actuación son un testimonio del poder transformador, y a veces peligroso, del arte de la actuación.

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