Por: Mike Stone
A finales de 1977, David Bowie estaba en una etapa de transformación: entre álbumes como Low y Heroes, experimentando con sonidos, imágenes y público. Ese año aceptó participar en un especial navideño de Bing Crosby llamado Merrie Olde Christmas, pero lo hizo de mala gana. Lo que vino después sería una de las colaboraciones más inesperadas y memorables de su carrera.
La idea original para el programa era que Bowie y Crosby cantaran juntos The Little Drummer Boy, un clásico villancico muy respetado por su tradición. Bowie, sin embargo, se negó: decía que odiaba esa canción, que su voz no encajaba con ese tipo de material. Lo hizo claro desde el principio: participaría en el especial porque su madre admiraba mucho a Bing Crosby.
Ante ese rechazo, los productores —Ian Fraser, Larry Grossman y Alan “Buz” Kohan— improvisaron algo urgente: compusieron una melodía y letra adicionales llamados Peace On Earth, pensados para funcionar como contrapunto de Little Drummer Boy. Fue todo muy rápido: menos de una hora de ensayo, y la mezcla de ambas canciones funcionó. Bowie cantó la parte de Peace On Earth, Crosby se mantuvo en la versión tradicional de Little Drummer Boy.
Grabaron la aparición el 11 de septiembre de 1977 en los estudios ATV Elstree, en Inglaterra. Poco tiempo después, Crosby falleció (el 14 de octubre de ese año), lo que tornó la grabación en uno de sus últimos momentos públicos.
Aunque el especial fue transmitido en Estados Unidos ese mismo año en noviembre, la canción no se liberó como sencillo hasta noviembre de 1982. Cuando salió oficialmente, se convirtió en un éxito en el Reino Unido, llegando al número 3 de las listas de singles. Con el tiempo se ha transformado en un clásico navideño, reproducido cada temporada.
Esta historia dista de ser solo una curiosidad navideña: muestra a Bowie desafiando su propia incomodidad, a creativos que reaccionan rápido, al traslape entre lo comercial y lo emocional, y cómo un rechazo puede convertirse en sello artístico. También evidencia que los clásicos no siempre nacen de planificaciones meticulosas: a veces brotan de la presión, de las circunstancias y del ingenio improvisado.
