Por: Mike Stone
Los muchachos de Liverpool buscan su oportunidad
A inicios de los sesenta, los Beatles eran apenas una banda más en el norte de Inglaterra. Tocaban en clubes ruidosos, se curtían entre cervezas y luces de neón, y sobrevivían con giras agotadoras por Hamburgo. Brian Epstein, su recién nombrado representante, estaba convencido de que esos jóvenes —John, Paul, George y Pete Best— tenían algo distinto: carisma, armonía y energía.
Epstein llevó su demo a varias disqueras de Londres, pero todas le cerraron la puerta. Hasta que Decca Records, una de las compañías más grandes del Reino Unido, accedió a escucharlos. Les dieron fecha: 1 de enero de 1962. En pleno Año Nuevo, los Beatles viajaron más de 300 kilómetros desde Liverpool a Londres para una audición que cambiaría el rumbo del rock… aunque no como esperaban.

La audición de Año Nuevo
La sesión se realizó en los estudios de Decca en West Hampstead. Mike Smith, encargado del departamento de talentos, fue quien los escuchó. El grupo tocó quince canciones: entre ellas “Like Dreamers Do”, “Money (That’s What I Want)” y “Till There Was You”. Eran versiones y composiciones propias, interpretadas con nervios, entusiasmo y una crudeza que no terminaba de convencer a los ejecutivos.
El viaje había sido largo y el frío intenso. Parte del equipo técnico falló, y el sonido se registró sin brillo, sin la energía eléctrica que el público de Liverpool conocía. Para colmo, la disquera ya tenía una banda local que sonaba “más limpia”: Brian Poole and the Tremeloes, que vivían en Londres.
La frase que nadie olvidó
Semanas después, llegó la noticia que pasaría a la historia. Decca rechazó a los Beatles, argumentando —según la leyenda— que “las bandas de guitarra están pasadas de moda”. Esa frase, que Dick Rowe (director de A&R) siempre negó haber pronunciado, se convirtió en el símbolo del error más famoso de la industria musical.
Epstein, humillado, volvió a Liverpool con la cinta máster bajo el brazo. Pero en lugar de rendirse, insistió. Envió el demo a EMI, y uno de sus productores, George Martin, vio el potencial. Lo demás ya es historia: en 1962 los Beatles firmaron con Parlophone, cambiaron a Pete Best por Ringo Starr, y el mundo nunca volvió a sonar igual.
El irónico destino de Decca
Paradójicamente, ese mismo Dick Rowe fue quien meses después firmó a The Rolling Stones, animado por George Harrison, que le recomendó escuchar a “unos amigos suyos”. Rowe, temeroso de repetir el error, aceptó. Así, Decca terminó fichando a la otra gran banda que definiría la década.
Con el tiempo, el demo de aquella audición se volvió una pieza de colección. Parte del material fue incluido en Anthology 1 (1995), y hoy permite escuchar a los Beatles antes de ser los Beatles: crudos, desalineados, pero con la energía intacta de quienes estaban por reinventarlo todo.
En el fondo, el rechazo de Decca fue una bendición. Si hubieran sido aceptados, quizá el grupo habría tomado otro camino, con productores menos arriesgados o sin el toque experimental de George Martin. A veces, un “no” puede ser el inicio de una revolución.











